Cada 12 de diciembre, la Basílica de Guadalupe en la ciudad de México se viste de canto, danza y devoción. Aunque la Basílica es siempre concurrida todos los años, en esta fecha, millones de personas de toda la República Mexicana e incluso de otros países llegan en numerosas peregrinaciones a la Villa, como también se le conoce, para celebrar a la Virgen Morena.
Ese día muy de madrugada cientos de miles de fieles devotos se congregan en los alrededores de la Basílica y el Cerrito del Tepeyac, pues es casi imposible entrar a la Basílica ese día, a cantarle las mañanitas a la Virgen entonando alegres cantos con mariachi y artistas reconocidos. Muchos llegan a pagar “mandas” o promesas que le hicieron a la Morenita y llegan de rodillas y algunos otros descalzos; otros tantos con flores, fotografías o presentan a sus hijos vestidos con ayates como el de san Juan Diego como forma de cumplir con esa “manda” por el favor recibido de Nuestra Señora de Guadalupe.
En las afueras de la Basílica se puede disfrutar del folklor de la cultura mexicana con los diferentes grupos de danzantes indígenas (Matlachines) con sus atuendos e instrumentos prehispánicos rindiendo tributo a la Virgen Morena danzando toda la noche. Parte de la cultura se ve reflejada también en los puestos de comida con los más variados antojitos y los artesanos ofreciendo su mercancía trabajada en madera, vidrio, cerámica, etc., generalmente con motivos relacionados con la Guadalupana.
Esta celebración se ha llevado a cabo por años no sólo en México sino en toda Latinoamérica y algunos países en Europa y Asia donde se le rinde tributo a la Virgen de Guadalupe a quien también se le conoce como Emperatriz de América, Patrona de América Latina, entre otros.
La devoción a la Virgen de Guadalupe se inició el 12 de diciembre de 1531, en la capilla de Fray Juan de Zumárraga, primer obispo de la Nueva España y gran defensor de los indígenas. Después de la cuarta aparición de la Virgen de Guadalupe a Juan Diego, la Virgen le ordenó que se presentara ante el primer obispo de Méxio, y le llevara rosas en su ayate -flores que no eran nativas de México y tampoco prosperaban en la aridez del territorio- que cortó en el Tepeyac, según la orden de la Virgen. Juan Diego extendió su ayate ante el obispo Fray Juan de Zumárraga, dejando al descubierto la imagen de Santa María, morena y con rasgos indígenas.
A partir de ahí, la Virgen de Guadalupe se convirtió en un icono de fe para mexicanos y latinoamericanos, que profesan su fe a la Morenita en donde quiera que se encuentren. Por ejemplo, aquí en Estados Unidos, sin importar el frío invierno de diciembre en algunos estados, los fieles devotos se congregan en diferentes parroquias a las 4 de la madrugada, llevando serenata con mariachi, rosas y grupos de danzantes a la Morenita del Tepeyac, continuando así con sus prácticas de fe y tradición cultural que son una parte importante del pueblo mexicano y que poco a poco han ido transmitiendo a otros grupos culturales que ahora disfrutan y celebran a María de Guadalupe.
(Sandra Navarro, "Prácticas de la Religiosidad Popular", en "Nuestra Parroquia", Noviembre 2011).
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